jueves, 29 de abril de 2010

Sin títulos

- Un pequeño cuento da mucho que escribir...
La prosa es así, sencilla hasta su más pletórica afirmación, mas es profunda en todos sus planos.
Didáctica, a veces, otras, en cambio, no enseña nada, pero influye de todas formas en nuestras vidas.
¿Quién no ha sentido algo alguna vez leyendo?
La historia que prosigue no encierra nada en sí misma, pero ensimisma a cualquiera que la lea y recorre todos sus sentidos.
¿Cómo comienza? Sencilla, está claro, como cualquier prosa.
- ¿Sientes algo?
- Nada, completamente vacío y a la vez, guardo una colección de sensaciones.
- No te entiendo, ¿quieres decirme algo?
- Claro que quiero.
Miraba atento a sus ojos, una mirada discreta le invadía y no podía contener sus palabras.
- Siento mucho todo lo que está pasando, realmente yo no quiero esto, mas estoy en la obligación de decirtelo.
¿Por qué? Nadie lo sabe, ni yo mismo. Quiero que lo asimiles rápido, que actúes, da igual fingir si consigo mi objetivo.
- Sigo sin comprender por qué me estás contando todo esto.
- Es sencillo. Necesito liberarme, es demasiado peso para mí ya y debo pasar mi testigo, descargar mi ánima apesadumbrada y alejar el dolor rellenando otra.
- ¿Otra vacía quizá?
- Para nada, ¿qué alma vacía iba a soportar tal peso? Pues no es liviano ya el dolor y espera alimentarse a base de compañía.
- ¿Compañía?
- Eso es, compañía, esa es la clave. Es eso lo que necesito en este momento. Sentir que puedo tener en mis manos lo que me proponga y no atarme. Eso es. Otra alma, más libre incluso de lo que va a quedar la mía, ¿por qué no?
- Creo que voy entendiendo lo que quieres decir, pero no pares ahora, prosigue.
- De acuerdo, ya he encontrado lo que andaba buscando, debo abandonar el alma a la que he estado haciendo de apoyo. Quizá he cargado demasiado tiempo con ella. Sí, es eso, me desharé de ella. ¿Sabes? Me siento como Atlas, todo ese peso a mi espalda, mas aún siendo esa alma mi mundo, debo dejar de llevarla sobre mis hombros, y así cargar a otra y poblar ese planeta.
-¿Lo estás diciendo en serio? ¿Es aquí donde acaba todo?
- Para nada, nunca acaba, una vez que has conocido cada rincón, cada cueva, cada océano de lágrimas aclamadas por el dolor, nunca lo olvidas, y forma parte de tus propios esquemas, como cicatrices marcadas por el amor. Has dejado tu tierra, ese globo no estará más a tus hombros. Con todo, a tus hombros llevas el hueco, su molde en el que ya nadie más encaja. Vas marcado de por vida. ¿Comprendes ahora?
- Lo hago, y no puedo evitar compadecerme. Es un tiempo que has perdido, de ese que no regresa nunca, y cuando lo zarandeas rabioso sólo suenan los cristales rotos de lo que un dia fue y no será más. ¿Por qué te desprendes? ¿Intentas curarte en salud?
- No busques lógica pues no la tiene. Busca el capricho de los dioses por darnos experiencia y unas cuantas plumas más con las que volar, y mientras no se formen las alas (pues no hay bastantes todavía) quizá también con las que escribir este tipo de cosas. No llevan a ninguna parte y con todo, es tán reconfortante leerlas, casi más que escribirlas y sentirlas en tu propia piel.

Otra vez

Hoy, ha sido hoy. Pasaban de las doce y no ha sido la mejor entrada de día que he tenido en mi vida, créanme. Lo he vuelto a sentir, y otra vez ha sido sobrecogedor, desgarrador, y no he sabido expresarme.
No soy capaz de procesar la información que me agarrota por dentro, como la caída de ese delicado jarrón de porcelana que transforma un segundo en cientos de pedazos esparcidos por el suelo.
Y vuelvo a ser yo. Hoy me he despertado y no he sabido hacer nada para desperezarme. No he sabido reaccionar. Porque, al fin y al cabo, ¿cuándo he dejado de ser yo? y ¿por qué he vuelto?